Meñacoz. La Lancha

A Meñacos íbamos en lancha. 

Por el acantilado de Barrika era muy complicado y escarpado, se tardaba mas y había peligro de caerse. 

Lo primero que hacíamos mi  mejor amigo Nacho, dueño de la lancha y yo, era ir a la gasolinera de Regoyos, con un bidón de plástico de 5 litros para llenarlo de gasoil industrial; el mas barato a 0,25pts. el litro (el gasolinero, miraba para otro lado, porque solo podía vender a vehículos de trabajo y lo nuestro, claramente era ocio) para el motor fueraborda Seagull de la lancha. 

Después íbamos a por el carro de remolque náutico, que estaba en su casa. 

Aquella casa, muy grande y de diseño vasco francés, se coronaba con una magnifica torre. Tenia 3 pisos y la torre. Por las desvencijadas escaleras hasta la torre, subíamos y bajamos correteando, Nacho , Alfonso, Iñigo, Michí, Rafa, Borja, Alf... o Jeringa, Michi, Mini, Escu, Cavero, Veneno, Zubi, Rafilla , --nuestros motes- además de los 9 hermanos que habitaban la casa. 

Alli y en su inmenso jardín, pasábamos los días,  desde que teníamos los 12 hasta 18 años. 

Siempre muchos. 

A veces nos reuníamos 5 o 10 en la casa, sentándonos en la amplia escalera  de piedra que daba a la entrada principal de la casa o nos repartíamos por el jardín montando  nuestras bicis o mas tarde motos. Carmen, la madre de Nacho, siempre nos echaba diciendo: "venga chicos, fuera a jugar al jardín!!" -muy firme, pero sonriendo

Y es que, la gran casa, estaba, destartalada. 

Había un agujero de unos 2 metros de diámetro, en el suelo del piso alto tercero,  por el que se veía  directamente el piso 1, su hall de entrada,  con aquellos muebles antiguos,  cuando nos asomábamos con gran riesgo de caída.

Era una casa preciosa, pero muy vieja, sin arreglar, de principios de  la época de Neguri, años 40 del "Grandeur"  con sus calles arboladas, grandes casas, palacetes y chalets de estilo ingles y vasco, magistralmente construidas por Manu Smith, o Amman o Eugenio Aguinaga, los artísticos Arquitectos de la zona.

Mas tarde me entere, que esta queridísima familia vivía alquilada en ella y el propietario, desesperado por el bajo alquiler, rehuía de su obligación de mantenerla.

En el gran jardín de una  hectárea de terreno, estaba el barco de vela y brillante madera barnizada, un Snipe, La Lancha, unos coches sin motor o en reparación, una nevera vieja, hierros y demás chismes. Como en un jardín de película Americana. Se alternaban lo parterres cuidados con la naturaleza mas salvaje, algunas zarzas y algún ladrillo levantado.

El padre de Nacho era ingeniero y reparaba siempre los electrodomésticos y cualquier aparato que estuviera roto en la casa.

 Nacho, siempre con las manos sucias de grasa, se entretenía en poner en funcionamiento los coches y invertíamos tardes enteras en estas reparaciones. 

Yo tumbado junto a nacho, bajo el coche,  manipulando, quitando con una llave inglesa  una pieza, una tuerca o una tapa de delco. Al de un largo rato nos cansábamos y pasábamos a lijar y pintar el casco de la lancha o a otra tarea. Siempre había cosas que hacer. 

Cuando llegamos al carro sobre el que estaba la lancha,  ya lista, con su motor, lo sacábamos a la calle por los portones de hierro negro roñado, que cerraban el muro blanco del perímetro del jardín.

 Luego, lo enganchábamos a la bola del Dogde Dart del padre de Nacho y ya dispuestos, nos íbamos al puerto pesquero de Arriluze. 

Allí, la rampa de piedra para varar  las embarcaciones, nos servía para ir con el coche marcha atrás, metiendo el carro en el mar hasta que flotaba la lancha.

Luego, soltábamos las cinchas que sujetaban la embarcación, y volvíamos a sacar el coche de la rampa, arrastrando el carro, ya vacío.

Nos habíamos quedado dos de nosotros,  sujetando la lancha a flote y con el agua por los brazos o los hombros si estaba Rafilla.

Como estaba pisando ya el final de la rampa, que era  muy resbaladizo por el verdín,  era  muy difícil encaramarse  a bordo , tarea que requería una  cierta destreza. Pero ya la íbamos adquiriendo con la repetición de estos embarques, casi a diario. Unas veces la lancha y otra el Velero Snipe de madera, mas ligero.

Éramos auténticos marineros con 16 años. O chos como llamaban los arrantzales a los chicos pequeños que iban a bordo, ayudando en tareas o animando al remo en las traineras.

Este puerto es aun hoy, o al menos lo era, sede de un equipo de traineras, grandes ganadores de las regatas del Abra de Getxo

Y con ese espíritu,  navegábamos, saliendo del Abra y costeando hasta las cercanas playas de Barrika y Meñacos. Digo playas, pero en realidad íbamos a las rocas y seguíamos a bordo, pescando, haciendo snorkel o bañándonos. Nunca bajamos a las playas. Nunca fuimos de playas, lo éramos mas bien de mar.

Y de olas. Las primeras tablas de surf hechas por nosotros vinieron poco después. 

En tierra, el Sancheski de madera, nuestro bautismo de montar en tabla, el skateboard. 

Mientras tanto, la ola del sitio de Meñacoz y Barrika, la pasabamos a bordo de la lancha.

Capitulo aparte fue el Surf que alguno como Gon hermano de Nacho o Escu no han abandonado hasta el dia de hoy. Pioneros también de Guecho.

Y navegar en el Snipe en el abra. Y las regatas, ya con barcos mayores. 

 




Comentarios

Entradas populares de este blog

Bob Dylan